¡POPA A LA VISTA!

Cuál navegante a bordo de un viejo navío y con ganas de cruzar una vez más el océano del conocimiento y la aventura, a principios de noviembre volví al Cerro. Con el viento a favor recorrí uno de los sectores en donde un grupo de personas han encontrado la Bendición de Dios, tal vez a costa de la misma violencia que los trajo, pero esta vez impactando sobre uno de nuestros pulmones, al que más le exigimos y poco cuidamos.

Apenas izando velas y la lluvia nos capturó en aquel sitio, en donde las gotas suenan más fuertes sobre las láminas de zinc, y el 12 de noviembre, que era jueves, ahora pintado de gris, se convierte en pequeña muestra de lo inhóspito de aquel lugar. Siendo buen navegante, tan pronto amainó la lluvia, un poco más al occidente encontré la siguiente estación.

Soltando anclas hasta el fondo me vi en un lugar llamado El Hoyo, en donde a un par de Ceibas se les acusa de haber lanzado un bloque de caliza en el patio de una casa, como si el hecho de haber acabado con el pie del talud, precisamente a manos del denunciante, no fuese suficiente como para prever el verdadero riesgo. Apenas ahora, y gracias a lo que dice una de las alegres guías, me fijo en la manera como las aguas han socavado la parte baja del sector vecino, al cual cruzamos sin precaución, y que con apellido gringo (Kennedy), siempre me recibe con una incómoda división entre sus gentes.

Aquel 2020 terminó en un puerto en donde abundaban personas y muchos árboles, ansiosos por sol y agua, por un lugar nuevo donde crecer. Así asistí a mi primera siembra, en donde lleno de tierra en las manos reafirmé cuanto me gusta navegar así, tanto que, con el convencimiento de que apenas iniciaba la travesía, apoyé en la proyección de los desafíos para el nuevo año.

Sí, puede que en la parte alta del Cerro se encuentren nuevas historias, pero es en la parte baja desde donde se ha visto crecer la ciudad. Como si hiciera falta hacerse notar, luego de parecerse a una parte del navío, existen sectores con nombres como El Toril o el famosos Salto del Cabrón, cuya historia apenas se compara con sus necesidades en cuanto al manejo de escorrentías, control de erosión y reforestación.

Ahora los recorridos se centran en la búsqueda de tesoros, áreas sin doliente en donde se puedan hacer limpiezas o nuevas siembras. Los sentidos bien despiertos para detectar en medio del paisaje las amenazas, bien sea de origen natural o por culpa de invasores que se puedan desalojar.

Deseo que la travesía se extienda para mostrarle a la gente que la tierra es redonda, que la ciencia debe ser la base para la administración de los recursos, que la creatividad permitirá salvar una vez más nuestro entorno, que la solución está en pensar más en el otro, que me encanta tener La Popa a la vista.

Wicho.

WILLIAM MÉNDEZ